martes, 16 de octubre de 2012

Delirio sabe gritar.

Traspasé de prisa la noche, para no morirme de aburrimiento que por causa de una vida tan ordinaria me ha resultado tan fatal que no deja de angustiarme. Tampoco sería capaz de suicidarme. Sólo hombres con el criterio más desarrollado tendrían la osadía de hacerlo. Ja.

La barba me crece por culpa de la pereza y hace que me vea doblemente miserable, y además  Delirio, con buena voluntad me dice:

−Ey muchacho qué sucede.− Yo giro la mirada para adelante o para atrás, no estoy seguro, pero no sé de qué habla.

−Ey gusano, qué sucede!− Vuelve a gritarme, y yo vuelvo a ignorarlo porque no sé de qué demonios habla.

El desvelo de la noche anterior no me permite recordarlo, o el olvido de esta mañana, no lo tengo claro otra vez, sin embargo mi instinto sabe que la gente que se junta vuelve a separarse y lo sigo ignorando.

−Ey! – me dice.− Y yo vuelvo hacia él, (Delirio) y de pronto arroja sobre mí un leve papel que arrugó dentro su puño. Yo caigo con la sorpresa, con todo el peso sobre mi hombro que en seguida se disloca y todos mis fantasmas se alborotan, incluso ellos se espantan. Uno de ellos me jala del brazo que no me sirve y me dice “no vale caerse acá” Me reincorporo no sé ya para qué.

Pero hay finales tristes.

−El delirio no te deja nacer de nuevo.−Me dice ella casi muerta y melancólica, en otra realidad.

−Entonces nada justifica mi presencia en este mundo. Ni siquiera tu pregunta. −Le digo inseguro.

−No te diré.− Responde ojalá no hasta desaparecer.

.

1 comentario:

Carol dijo...

Não dê ouvidos ao delírio na próxima vez.